3 MESES ANTES – La aceptación


La despedida. Sí, sí, la despedida es el momento más real de la fase de aceptación. Las primeras despedidas llegaron algo así como tres meses antes de lo previsto, exactamente cuándo dejas tú puesto de trabajo para perfilar los últimos detalles económicos y explicarle al mundo que quieres descalzarte y pisar libre por ahí. Que tu plan radica en dedicar cinco minutos cada noche a mirar las estrellas.


Durante todos esos momentos en los que explicas tu sencillo proyecto al mundo, recibes buenas vibraciones por parte de los más tolerantes, de los más soñadores, de los que llevan a un nómada en el corazón. Sin embargo, en otros momentos también sentí el miedo de los más sedentarios entrando por mis poros, y lo sudé a ratos. Sentí aplausos no deseados como aliento a mi ambición o valentía. Sentí que, desgraciadamente, somos engreídos consejos a la conquista de humildes oyentes. Nos creemos personajes bíblicos.


Para mi suerte, parecía que había acudido a un entrenamiento militar para llegar en óptimas condiciones al parto de este viaje. No hubo demasiadas sensaciones encontradas, no sentí dejar nada atrás, o al menos, nada que fuera a perder. Me había encargado de preparar esa aceptación, de hacer saber a todos aquellos que habitan en mí que sus esencias corren por mis venas y me acompañan en esta aventura. Cual curtido cirujano, había extraído una dosis pequeñita de todas aquellas vitaminas que necesitaba para el inicio del viaje, vitaminas que crecen en las risas, en los gestos, en los hechos y en las palabras que dedicas a cada uno de ellos.